INMAB.
17 de enero 2024
En un mundo donde los perros son considerados los mejores amigos del hombre, la realidad de las mordeduras caninas, especialmente a los niños, es un tema que requiere una atención urgente y profunda.
Cada año, millones de personas en todo el mundo experimentan el trauma de una mordedura de perro y, más preocupante aún, los niños se encuentran entre las víctimas más frecuentes (1, 3). Si, además, tenemos en cuenta que su estatura los coloca al nivel de una mordida, generalmente suelen ser agredidos en zonas especialmente peligrosas como la cabeza, el cuello o las extremidades (4, 6).
Estos datos nos revelan una faceta menos conocida de la relación entre humanos y perros: un riesgo latente que necesita ser abordado con educación, prevención y una comprensión clara del comportamiento canino.
Además, la dinámica de las mordeduras caninas cambia significativamente en diferentes entornos. En el hogar, donde los perros son vistos como parte de la familia, las mordeduras pueden ocurrir por razones tan variadas como el juego brusco o la defensa de recursos. En exteriores, los encuentros con perros desconocidos o sueltos presentan desafíos adicionales, requiriendo un conjunto distinto de habilidades y conocimientos para asegurar la seguridad de los niños.
Con este artículo nos sumergimos en la complejidad de las interacciones entre niños y perros, explorando cómo podemos proteger a nuestros pequeños de los riesgos asociados con las mordeduras caninas. A través de la educación, la prevención y un enfoque proactivo, buscamos fomentar una convivencia armónica y segura entre niños y nuestros amigos caninos.
La Relación entre niños y perros
El tándem niños y perros es a menudo sinónimo de amistad y alegría. Los perros brindan a los niños compañía incondicional, enseñan responsabilidad y fomentan la empatía. Sin embargo, esta interacción idílica puede tener sus riesgos, especialmente cuando no se entiende completamente el comportamiento canino.
Los niños, con su energía y espontaneidad, a menudo interactúan con los perros de formas que pueden ser malinterpretadas por estos animales. Los movimientos bruscos, los gritos e, incluso el juego pueden ser percibidos por un perro como amenazas o provocaciones. Además, los niños pequeños a menudo están a la altura de los ojos de los perros, lo que puede llevar a malentendidos y reacciones defensivas por parte del animal.
La naturaleza curiosa de los niños también puede llevarlos a invadir el espacio personal del perro, como acercarse mientras el perro come o descansa. Estas situaciones pueden desencadenar respuestas de protección de recursos en el perro, lo que a veces resulta en una mordedura.
Es esencial enseñar a los niños a leer las señales básicas del lenguaje corporal de los perros. Reconocer cuando un perro se siente incómodo, asustado o amenazado puede ayudar a prevenir reacciones negativas. Los perros suelen comunicar su estado emocional a través de su postura, expresión facial y señales como gruñidos o erizar el lomo.
La socialización temprana del perro también juega un papel crucial en esta relación. Un perro que ha sido expuesto de manera positiva a una variedad de situaciones, sonidos y personas desde una edad temprana es menos probable que reaccione negativamente ante la imprevisibilidad de los niños.
En resumen, la relación entre perros y niños puede ser profundamente beneficiosa, pero requiere supervisión, comprensión y educación. Fomentar interacciones seguras y respetuosas entre niños y perros no solo protege a los más pequeños, sino que también refuerza el vínculo especial que comparten con estos fieles compañeros.
Razones detrás de las Mordeduras Caninas
Comprender las razones detrás de las mordeduras caninas es clave para prevenir estos incidentes. A menudo, las mordeduras no son un acto de agresión sin motivo, sino una respuesta a ciertas situaciones o estímulos que el perro encuentra amenazantes o estresantes. Entre los factores comunes que pueden provocar una mordedura se incluyen el miedo, la protección de territorio o recursos, el dolor, y la sorpresa o provocación accidental.
El miedo es una de las causas primordiales de mordeduras. Un perro asustado puede morder si se siente acorralado o incapaz de escapar. Los niños pueden, sin darse cuenta, asustar a los perros con movimientos rápidos o ruidosos. Además, los perros que no están acostumbrados a estar cerca de niños pueden encontrar su comportamiento impredecible y amenazante.
La protección de recursos es otra razón común. Los perros pueden morder para defender lo que consideran suyo, como comida, juguetes o incluso su lugar de descanso. Los niños que se acercan a un perro mientras come o intentan quitarle un juguete pueden desencadenar una reacción defensiva.
Los perros también pueden morder si sienten dolor o si se les sorprende. Un perro con una enfermedad o lesión puede morder si se le toca en un área sensible. Asimismo, un perro que es sorprendido o despertado bruscamente puede reaccionar mordiendo.
La socialización y el entrenamiento adecuados pueden reducir significativamente el riesgo de mordeduras, enseñando al perro a manejar situaciones estresantes de manera más apropiada.
Por su parte, educar a los niños sobre cómo interactuar con los perros de manera segura es igualmente importante para prevenir incidentes desafortunados.
Prevención en el Hogar
La prevención de mordeduras de perro en el hogar comienza con la decisión consciente y consensuada, por parte de toda la familia, de la incorporación de este nuevo miembro en el núcleo familiar (1, 5).
Una vez que un perro es parte de la familia, es crucial invertir tiempo en su socialización y entrenamiento. Un perro bien socializado es menos propenso a reaccionar negativamente ante situaciones inesperadas. El entrenamiento no solo debe enfocarse en comandos básicos, sino también en acostumbrar al perro a una variedad de estímulos y situaciones, incluyendo la presencia y el comportamiento de los niños.
Pero el perro no será el único que tenga que poner de su parte para ajustarse a la dinámica familiar. Aprender cómo interactuar con los perros es necesario para toda la familia y, más importante aún, para los más pequeños de la casa.
Los niños deben aprender a interpretar el lenguaje corporal básico del perro, como los signos de miedo o agresión, para saber cuándo deben darle espacio. Entender que no hay que molestarlo mientras come o duerme, cómo acariciarlo y, evidentemente, no tirar de su pelo o cola. Un perro no es juguete, es un ser vivo al que hay que entender, cuidar y respetar.
La supervisión es esencial, especialmente en las interacciones entre niños pequeños y perros. Nunca se debe dejar a un niño solo con un perro, incluso si el perro ha sido amigable y confiable en el pasado. Los niños pueden ser impredecibles y, sin querer, pueden herir o asustar al perro, lo que podría resultar en una mordedura.
La prevención también implica mantener un entorno doméstico seguro y relajado. Los perros que viven en hogares con mucho estrés o ruido pueden sentirse más ansiosos y ser más propensos a morder. Proporcionar al perro su propio espacio, como una cama o una caja donde pueda retirarse si se siente abrumado, es una buena práctica.
Finalmente, el cuidado regular del perro, incluyendo visitas al veterinario, una dieta adecuada y ejercicio suficiente, contribuye a su bienestar general y reduce la probabilidad de comportamiento agresivo. Un perro sano y equilibrado es un miembro más feliz y seguro de la familia.
Manejo de Perros Desconocidos y Sueltos
Sobra decir que una buena tenencia responsable incluye no dejar a nuestros perros solos y sueltos por la calle. Aun así, hay que tener en cuenta que, en el caso de que los niños se encuentren con perros desconocidos o sueltos, la situación requiere un enfoque cuidadoso para garantizar su seguridad. Es fundamental enseñar a los niños a nunca acercarse a un perro sin supervisión, especialmente si el perro está suelto o parece estar sin su tutor o tutora.
Una regla esencial es no correr ni gritar en presencia de un perro desconocido, ya que esto puede desencadenar su instinto de persecución o ataque. En lugar de eso, los niños deben aprender a mantener la calma y evitar el contacto visual directo con el perro, ya que esto puede ser interpretado como una amenaza.
Si un perro desconocido se acerca, los niños deben saber que deben quedarse quietos, evitando movimientos bruscos. La técnica de hacerse el árbol, donde el niño se queda inmóvil con los brazos pegados al cuerpo y evita mirar al perro, puede prevenir una reacción agresiva del animal (2).
En el caso de que un perro parezca estar a punto de atacar, enseñar a los niños a poner algo entre ellos y el perro, como una mochila o una bicicleta, puede ser una medida de protección eficaz. Si un niño cae al suelo, debe enrollarse en una bola y proteger su cabeza y cuello con las manos y los brazos, manteniendo la calma y evitando gritar o revolverse.
Los padres y cuidadores deben ser conscientes de las leyes y reglamentos locales sobre perros sueltos y saber cómo reportar de manera segura un perro que puede suponer un riesgo para la salud pública. Evidentemente, como ya se ha dicho anteriormente, es beneficioso para los niños aprender a identificar los signos de un perro amistoso frente a uno que podría ser un peligro.
Finalmente, es crucial que los padres y cuidadores modelen un comportamiento apropiado alrededor de los perros desconocidos, ya que los niños a menudo imitan las acciones de los adultos. Mostrar respeto, precaución y conocimiento en situaciones con perros desconocidos enseña a los niños a hacer lo mismo.
En conclusión
La prevención de mordeduras caninas, especialmente en niños, es un tema complejo que abarca desde la educación hasta el entrenamiento. A través de este artículo, hemos explorado diversas estrategias para minimizar los riesgos, tanto en el hogar como en entornos exteriores.
La importancia de entender el comportamiento canino, enseñar a los niños cómo interactuar de manera segura con los perros, y garantizar una tenencia responsable por parte de los tutores, son pasos clave para proteger a nuestros niños.
Recordemos que la prevención es un esfuerzo colectivo que involucra a padres, cuidadores, comunidades y autoridades. Cada paso que tomamos hacia la educación y la conciencia en este tema contribuye a un entorno más seguro para todos.
La relación entre humanos y perros tiene el potencial de ser una fuente de alegría y amistad, y con las medidas adecuadas, podemos fomentar una convivencia armoniosa y libre de incidentes.
Bibliografía y enlaces:
1. American Veterinary Medical Association (AVMA). Dog Bite Prevention. https://www.avma.org/resources-tools/pet-owners/dog-bite-prevention
2. Be a Tree Program. DogNostics Career Center. https://dognosticseducation.com/courses/be-a-tree-program.
3. Campagna, R. A., Roberts, E., Porco, A. y Fritz, C. L. (2023). Clinical and epidemiologic features of persons accessing emergency departments for dog and cat bite injuries in California (2005–2019). Journal of the American Veterinary Medical Association, 261(5), 723-732.
4. Carmona, K. B., Paniagua, M. M., y Cruz, J. V. (2023). Mordeduras de perro en edad pediátrica: una revisión actualizada sobre la población más afectada por este fenómeno y su manejo en Costa Rica. Revista Médica Sinergia, 8(5)
5. de Sobregrau Martínez, C. C., Tugues Alzina, M., León Carrillo, B. y Cahís Vela, N. (2021). Mordeduras de perro. Análisis epidemiológico (2011-2018) y estrategias preventivas. Pediatría Atención Primaria, 23(92), 365-371.
6. Ledezma-Hurtadoa, B. W. y García-Delgadillo, M. R. (2023). Lesiones ocasionadas por mordeduras de perros en niños atendidos en un hospital de tercer nivel de Bolivia. Arch Argent Pediatr
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